†→El Mimo←†

Érase una vez, hace mucho tiempo atrás, vivía un mimo, su vida
era tan sola y melancólica. Aislado de la compañía, abrazado por la
soledad, despreciado por la maldita sociedad. El vagaba
solitario por las calles... alegrando las sombras y el olvido,
y de tanta soledad, el pobre mimo moría de frío; Su cuerpo era muy
pálido, sus ojos negros estaban llenos de vacío, su tristeza era
profunda, más profunda que los ríos. El también tenía sueños,
soñaba que la gente lo acunaba entre sus risas, que su soledad
moriría como las flores marchitas; Soñaba ser amado por la
doncella que en sus sueños había creado, que los dos caminarían
por el campo sobre las hojas muertas que caen de los árboles,
que volarían muy lejos con el viento. Pero los sueños son solo
eso, fantasías, que muy, pero muy pocas veces se hacen realidad.
Una tarde de invierno, cuando las nubes adornaron el cielo y
el frío cobijó sus sueños. Ésa tarde fue expulsado de aquel
pueblo, todo mundo lo maldijo. Sin entender nada, el mimo corrió
y corrió... llevandose solo el olvido y la tristeza que se
hacía una con sus penas. A las orillas de una aldea,
en un viejo cementerio, el mimo lloró, sentado sobre una vieja
tumba que parecía olvidada por el mismo olvido; Viejos
mausoleos y cruces caídas adornaban ese triste y fúnebre lugar,
por primera vez en su vida, el mimo sintió que era querido y que
al fin era aceptado por alguien más, aunque no era por humanos
sino por las viejas tumbas de ése fúnebre lugar. Pasó el tiempo
y el mimo murió de soledad. Nadie notó su ausencia, nadie lo va
a extrañar, pero ahora el mimo existe en ése viejo y solo cementerio
donde encontró un hogar, donde las almas ríen y lo abrazan sin hablar.








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